Sermon for COSS 2011 translated to Spanish by Cynthia Salinas Dooley

Posted on July 29, 2011

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Desde antes de nacer, Jacob era luchador. Luchó con su hermano gemelo en el vientre de su madre. El nombre mismo, “Jacob” quiere decir “agarrar, apoderarse, arrebatar”. Al nacer, Jacob se agarra al talón de su hermano, como diciendo: “yo primero”.

Tal vez por eso me identifico con Jacob. Mi madre me dice que a los tres años mi frase favorita era “yo primero”. Yo también lucho: con la gente, las situaciones, con Dios. Cuando lo digo así- “luchar”, casi suena noble. Pero cuando me acuerdo de Jacob, “agarrar, apoderarse,” luchar suena menos noble.

Jacob agarró, se apoderó de la primogenitura de Esaú. agarró la bendición de Esaú. Dios prometió que la familia de Abraham y de Isaac iba a ser medio de bendición para todas las familias de la tierra. Pero Jacob ni siquiera fue capaz de compartir la hospitalidad y la bendición con su propio hermano hambriento.

No es la persona adecuada para ser portador del pacto.

Y por eso, porque él es el que agarra, Jacob es apartado de su hermano. Jacob es un “ niño de mamá”. Muy apegado a su madre. Pero porque su madre le ayudó en la maniobra de arrebatar, Jacob es separado de ella y hasta de su padre.

Más tarde, Jacob llega a conseguir cuatro esposas. Pero se casa con tres de ellas porque su suegro lo engaña. Él ama a Raquel y trabaja duro para ganarla. Pero así como Jacob engañó a su propio padre, Labán engaña a Jacob. Y de este engaño viene de una relación amarga y contenciosa entre las dos hermanas.

Asimismo, Jacob también engaña al suegro. Este engaño lo lleva a la necesidad de salir y volver a casa. Así, él se encuentra separado de la familia con quien ha vivido durante 21 años. Y sus mujeres son separadas de sus familiares.

Al regresar a casa Jacob siente miedo de su hermano…y con razón. Hace planes para sobornarlo; para la posibilidad de que Esaú le ataque. Le recuerda a Dios su promesa y presume ante Dios de que posee mucho más ahora que la última vez de encontrarse con Dios. Le implora a Dios que lo salve de su hermano. Y al mismo tiempo hace planes para salvarse a sí mismo.

Y finalmente llegamos al texto de hoy. Nos encontramos con que en este momento, Jacob no tiene ni hermano, ni padre, ni madre, ni esposas, ni hijos. Jacob se ha quedado solo

Todo lo que Jacob ha agarrado, arrebatado, ha desaparecido y es en aquel momento que este hombre (¿será Dios misma?) viene y lucha con el luchador.

Jacob arrebató todo lo que tenía. Pero ahora se agarra a la única cosa que realmente necesita: se agarra a Dios. La ironía es que la bendición que tan desesperadamente quiere arrebatarle a Dios ya es suya. Ha sido suya todo el tiempo. Él nunca necesitó arrebatar nada.

Al final, aunque Jacob ganó la pelea, Dios ganó la batalla.

Jacob logra recibir el perdón de su hermano y por fin entiende que este perdón es un regalo. Es restaurado: con su hermano, con la madre y el padre, con sus esposas e hijos.

Queridos amigos y amigas, cuando tratamos de agarrar bendición no podemos cumplir con nuestro llamado de ser bendición nosotras y nosotros mismos. Al contrario, destruimos las relaciones con nuestros seres queridos. Nos encontramos solos y solas. Nos sentimos hostigados y hostigadas por nuestras congregaciones. Creemos que tenemos que luchar con la persona superintendente del distrito o con “el sistema”. Pero es preciso recordar la historia de Jacob.

No es necesario recordarle a Dios de sus promesas. No tenemos que agarrar o arrebatar lo que Dios ha dado gratuitamente: su Hijo por nosotros. Podemos dejar de luchar porque, en la cruz, Dios ya luchó con el pecado y el sufrimiento y la muerte. Y en la resurrección de Jesús, Dios ganó la victoria sobre todos ellos.

Jacob recibió un nuevo nombre. Y también nosotros y nosotras. 1 Pedro 2:9 dice: Pero vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios, para que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable.

Y así, Pueblo de Dios, hoy mi reto para ustedes es el siguiente: Renunciar al arrebatamiento. Dejar de luchar. Reclamar el nombre de Jesús y proclamar las maravillas de Dios.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

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